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viernes, 30 de diciembre de 2011

Cuando no sabes si tu vida comienza o termina

Llega el momento. Estoy muy nerviosa. Doy el primer paso hacia lo que creo que es la libertad, pero estoy muy asustada y mis pies a penas me hacen caso, no quieren caminar. Necesito cruzar esa línea. En otras ocasiones la línea era muy fina, como la que separa el amor del odio, pero en este caso era muy gruesa, una línea inmensa, de kilómetros de ancho. Es por eso que me esperaba un largo camino, un camino que nunca antes había recorrido. Cojo de mi bolsillo el mendrugo de pan, y me pregunto si esta vez quiero tirar las migas para poder volver atrás cuando lo desee. Sé que no debería, pero la falta de valor me hace empezar a desmenuzar el pan. Tiro la primera miga, después la segunda, y así hasta que veo que estoy llegando al final de la línea. El pan se ha terminado y estoy a un paso de cruzar al otro lado. Miro hacia atrás y veo todas las migas. Alcanzo con la vista la primera que he tirado y veo cómo de ella sale una puerta abierta. Respiro tranquila, veo que podré volver…algún día.
Cruzo. Se oye golpe y miro a mis espaldas. Las migas siguen ahí, pero la puerta se ha cerrado. Ahora sé que no podré volver nunca. No volveré a verle, a desearle, a hablarle. Pero tampoco volveré a necesitarle para respirar. A este lado de la línea el mundo parece aún más horrible. Todo es gris y ya no hay motivos para amar la vida, pero tengo que seguir. Le estoy olvidando, le estoy dejando atrás. Mi pecho lo nota, porque mi corazón late bien, pero sin motivos. El aliento sale mejor y entra mejor, pero no sé por qué quiero respirar ahora.
Antes no podía vivir por su culpa. Ahora no puedo vivir porque la puerta se ha cerrado para siempre.

3 comentarios:

  1. Hola de nuevo! Tengo una duda..
    Eres tú la escritora de todas estas entradas?

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  2. Hola Mitica95. Efectivamente, soy la escritora de las entradas. Gracias y un saludo.

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