Estadísticas

sábado, 10 de diciembre de 2011

LAS COSAS MARAVILLOSAS, DE POCO EN POCO, NO HAY QUE EMPACHARSE

Hay mucha gente que se cruza de brazos viendo la vida pasar y exigiéndole a ésta que todo venga hecho, y pensando que el mero hecho de estar vivo merece que la vida te regale cada una de las cosas buenas que esperas de ella. Mi opinión es que las personas que piensan de esta manera nunca han logrado nada por sí mismas, y por lo tanto, no conocen el sabor de ambrosía que te deja el haberte esforzado por algo y haberlo conseguido. Las gotas de sudor que chorrean por nuestra frente después de ganar una maratón son buena prueba de ello. Cada gota simboliza una palmadita que nuestra voluntad nos ha dado en la espalda, es el sabor de la "victoria". 
Ese ascenso que has conseguido por méritos propios, esa hipoteca que has terminado de pagar después de 35 años, esa asignatura que has aprobado tras largas horas de estudio, ese beso tan deseado, esas palabras tan esperadas, esa mirada que te derritió en un segundo tras años de espera... 
Para las personas como yo, que tratamos de esforzarnos por conseguir nuestras metas (sean las que sean), el hecho de que la vida te regale alguno de esos momentos resulta tan insólito como placentero. Pero, ¿qué gracia tendrían entonces las gratas sorpresas de la vida? ¿Serían igual de placenteras si todo viniese sin esfuerzo alguno? Rotundamente: no. 
Precisamente por eso, yo, que me paso las horas midiendo al milímetro las circunstancias propicias para conseguir algo, me vuelvo literalmente loca cuando me ocurre algo maravillosamente inesperado. Ése es el bocadito de placer que la vida te regala... de vez en cuando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario