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sábado, 10 de diciembre de 2011

La penitencia

 Y por descontado que ella ya había advertido el peligro, pero aún así, la incertidumbre que irradiaba de aquel atractivo pecado, la atrajo con un poderoso magnetismo que la hipnotizaba. No encontró sino oscuridad en aquel vacío tan lleno de nada y tan plagado de angustia. Aquel segundo de placer tenía un precio que ella accedió a pagar en el momento en que entró en su cama, firmando así su propio final. 
Hablan de locos cuando se refieren a aquellos como Layza, hablan incluso de obsesos enfermos, de dependientes emocionales, de amantes frenéticos y absurdos que no persiguen sino un imposible. Mas cuán grato es soñar con cuentos de hadas... ¿quién no daría todo a cambio de vivir ese sueño? ¿Nadie? En ese caso, deben disculparme, pues parece que la loca, soy yo.


Ella firmó con carmín el pecado, y pasó toda su vida de penitencia, arrastrando con ella una carga más pesada que el acero, la pena.

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