Cuando los recuerdos vienen a arrancarme la piel, lleno una copa de vino y, sentándome en la ventana para recibir un aire aún más frio que tu fachada, trato de asumir la… ¿realidad? Ya no sé cuándo vivo, o cuándo estoy soñando. No sé qué parte de mi vida es la verdad, y qué parte ha construido mi imaginación. La copa me mira indignada. Pobrecilla, solo la baño en un buen vino cuando necesito un buen consejo. Miro los edificios secos que hay a mi alrededor y me pregunto si en alguno de ellos habrá tenido lugar una historia como la nuestra. Esa es precisamente la clave: no. Nuestra historia siempre ha existido por no existir, siempre ha estado ahí sin estar, siempre se ha sentido sin tocar y siempre ha provocado sin mirar. Es maravilloso comprobar que hay cosas que permanecen a través del tiempo, y que, a pesar de las manos de algún loco titiritero, cada vez sigue siendo como la primera. Pero, ¿qué ocurrirá cuando la historia no se conforme con eso? Cuando me duelan las manos de no tocarte, cuando se apaguen mis besos de no salir a besarte, cuando no pueda hacer que nos estremezcamos en un abrazo…¿qué haremos entonces? No lo sé, yo de momento, voy a por otra copa de vino.
Marzo es la estación de las flores y, dicen, que de los enamorados. Yo solo sé que marzo devuelve las cosas a su sitio…
No hay comentarios:
Publicar un comentario