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lunes, 19 de marzo de 2012

Salvación


Tira esta manta verde, hazme una nueva, téjeme una que me cubra la desnudez con la que me enfrento a este mundo, a mi fantasma. Aparece, transfórmame y no desaparezcas nunca. Reinventa lo que siento y hazlo tuyo. Te necesito.

Sólo hazlo: devora mis recuerdos con ansia, sin límites. Mientras tanto yo intentaré reducir a cenizas algo que no puede quemarse, que nunca pudo tocarse.

Muerde la manzana y sé tú el pecador. No se trata de la carne, ni siquiera del sudor impregnado en las sábanas de seda. No es por las marcas de tu espalda, ni por el vaho que hay en las ventanas, que se va deslizando en forma de gotas de agua para recordarnos la lluvia de aquel verano… Es porque lo has hecho, porque lo eres, porque ahora somos.
Con el último suspiro te confirmo que ya está, que el fantasma ha desaparecido, que ya no llevo las cadenas. Con brillo en las pupilas y las mejillas aún encendidas te pido, te ruego, te suplico…



…no me sueltes nunca.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Duelo de titanes

Quiero que me mates, muérdeme, déjame sin aliento. Quiero que te duela, que llores para beberme tus lágrimas, quiero no ser si tú no eres. Explota conmigo, dejemos atrás un mundo que no lo entiende. Descúbreme del todo, desnuda.
Esto no tiene precedentes. Haz que sea solo nuestro. Solo para nosotros. Envenéname y aprieta los puños. Siente.

Goza, no dejes que se escape nada, nunca. Aprovéchate de mí. Muéveme a tu antojo. Aprieta, con más fuerza. ¿Lo notas? Son los latidos retumbando en la habitación. Las paredes están temblando, no soportan esto nuestro. Ni siquiera nosotros lo soportamos.
Rómpeme los esquemas, inúndame de carne, a ver si logras estremecerme. Lucha conmigo, juega, arrepiéntete y vuelve hacerlo.

Corre el riesgo y vuela fuera de ti, fuera de nosotros, míranos desde fuera y dime qué es lo que ves. Chasquea los dedos para que vuelva a aparecer en tu cama, disfrútame. Me tienes y no soy tuya. Te tengo. Encuéntrame en tu noche solitaria, en cada reflejo de tu ventana, en el cepillo de dientes que olvidé en el cuarto de baño, ese que te recuerda que ya no estoy.

Mírame, es la última vez que me ves. Tal vez algún día vuelva a buscarte. Confiaré en que el calor estival te haga dejar abierta la ventana.

sábado, 3 de marzo de 2012

La cajita


La cajita está llena. Cuando la cajita está llena ella sonríe más que nunca, y todo lo que le rodea parece cantar música para sus oídos.
Con la caja llena no existe la desgracia, y ella siente que no puede ser más dichosa; sabe que su vida ha sido un regalo, porque la cajita está llena. En su cajita hay alegrías, besos, caricias, susurros, “ tequiero(s)”, deseos, sexo, cariño, buenos momentos y mucha complicidad.
Un día ella conoce a alguien, una persona que la hace sonreír, un hombre que, lejos de marchitarla, hace que florezca cada día un poco más. Ella se nota crecer a su lado.
Pasan los días y ella va a su cajita, la abre para coger un poco de cariño y unos besos, y descubre que la caja se ha ido vaciando durante los días anteriores, ya no hay tantos besos ni tantos te quiero(s). Ella no se lo explica, pero tampoco le da demasiada importancia; así que coge sus besos y cariño y cierra la cajita. No se daba cuenta de que estaba agotando sus últimos besos.
Los días siguen pasando y en ella comienzan a brotar nuevas alegrías, un nuevo bienestar muy diferente a cualquiera que hubiera sentido antes.
Curiosamente, el día que vuelve a abrir la cajita con mimo y mesura, despacito para que no se escape nada, se lleva un gran disgusto: la cajita está vacía. Todo se ha esfumado y no le queda nada. Layza comienza a sentirse muy vacía. Se echa a llorar, porque sabe que sólo puede ser feliz con la cajita llena. Quiere morirse, que la dejen marchitarse poco a poco.
Es entonces cuando este hombre acude en su ayuda. Va a visitarla a su casa, entra en su cuarto y la ve en la cama. Coge su mano fría, intenta que entre en calor.

-Déjame sola, por favor. Ahora ya no tengo nada, lo he perdido todo.

Al oír esto, él se dirige hacia su abrigo, que había dejado colocado en la silla, y coge algo del bolsillo interior izquierdo. Vuelve hacia ella y le ofrece lo que había sacado del abrigo.

-Toma, no es mucho, pero si lo quieres, tuyo es.

Se trataba de una cajita, una muy diferente a la que Layza conservaba vacía.

-¡No quiero una colección de cajas vacías! ¡Vete! ¡No quiero verte!

Entonces el hombre, tranquilamente, abre la cajita y le dice:

-Tal vez sea esto lo que has perdido…

Layza se incorpora para mirar la cajita.

-¡Está todo ahí! ¡Es increíble! ¿Cómo ha ocurrido?

Tal vez, sin Layza darse cuenta, todos esos sentimientos, sensaciones e ilusiones no había desaparecido, si no que, simplemente, habían cambiado de cajita, habían cambiado de corazón.

A veces nos cegamos en que nuestra felicidad está sólo en un sitio, sólo junto a “esa” persona, y no nos damos cuenta de que la felicidad puede cambiar de rostro, puede cambiar de cajita.

domingo, 19 de febrero de 2012

El beso de despedida

Se levantó de la cama como quien tiene que ir a trabajar y va con prisas, aunque era domingo y él estaba en paro. Rebuscó por entre las sábanas su ropa y empezó a vestirse como si le fuera la vida en ello. Ni siquiera se hizo el nudo de la corbata, solo se la colocó alrededor del cuello. Él pensaba que yo estaba dormida, casi inerte tendida sobre la cama. La habitación no olía a alcohol, ni siquiera noté en mi aliento ningún indicativo de que hubiera bebido. Tal vez una copa de vino, tal vez dos. Mientras él se  vestía a toda prisa, yo empecé a rememorar lo que había ocurrido unas horas antes. Me vi por un segundo en el otro punto de vista. Me vi reflejada en aquel tipo tan atractivo y tan solitario. Sus prisas me hacían sentirme tan vacía...tan insignificante… Entonces comprendí que tal vez algo no estaba yendo bien en mi vida, que tal vez esa sensación de pequeñez tan terrible la había sentido alguien por mi culpa, alguien que se hubiese sentido tan despreciado como para no merecer ni un beso de despedida, o alguien con quien yo decidí que no valía la pena pasar la noche si era para dormir abrazados. Todos nos merecemos un beso de despedida.
Cuando terminó de medio vestirse se giró para ver si estaba despierta, yo cerré los ojos y él se fue sin más despedida ni recuerdo que su perfume embriagando todo el piso.

No supe verles, supongo que tampoco quise. 

viernes, 3 de febrero de 2012

Marzo

Me gustaría inventar  un mundo en el que la piel cobre sentido al máximo exponente. Me encantaría verte cada día justo como te veo ahora, sin nada que distorsione la realidad de algo tan frágil. Arranco hojas en el calendario, esperando a ese día al que tanto tiempo llevo llamando. No es por ti, es por lo que soy cuando estoy contigo.
 El viento es frío, y me dice que ya nada está cerca, no tan cerca como lo estuvo algún día.
La lluvia se divierte bailando nuestra canción con sus gotas, mientras me cuenta cómo va a ser todo sin la luna que vive en tus ojos.
La tierra mancha estos zapatos que llevan años caminando en círculos, mientras el asfalto espera ansioso para quemarme cuando lleve los pies descalzos.
La niebla va desapareciendo y me deja ver un paisaje nuevo, el paisaje de un mundo en el que la piel cobra sentido al máximo exponente. Ahora el viento es templado, más cálido cuanto más avanzo. La lluvia baila al son de nuevas canciones, canciones que aún no hemos escrito. En la tierra inerte brotan flores de marzo, iguales a las que hay en tu ventana. Ahora la tierra es arena, la arena de una playa cuyo mar refleja la luz de tu luna.
Avísame cuando pueda echarte de menos.

martes, 31 de enero de 2012

Del tiempo que puede durar un punto y final

Cuando hablas soy yo quien te escucha, cuando miro eres tú lo que veo, cuando tocas soy yo la que siente, cuando abro eres tú el que se cierra. No quiero que seamos titanes en una guerra eterna para, al final, darnos una palmadita en la espalda y sonreír como si no hubiera pasado nada. Si me mojo los zapatos para cruzar el río que nos separa, no espero que hagas nada, si me estoy ahogando, espero todo.  No tengo cartas, nunca he aceptado esta partida porque ya no tengo qué jugarme. Nada que perder. Nada que ganar si eres tú mi contrincante.
Sería más fácil tirar la llave al olvido, de donde nunca podría regresar. En lugar de eso maldigo cada segundo que perdí en la cerrajería creando minuciosamente cerraduras imposibles y llaves maestras. Entono el mea culpa esperando que así mires por fin para otro lado. He puesto más que  tierra de por medio para dejar de moldear la plastilina a mi antojo masoquista, dejar de ver en ti una el acervo de todo lo que yo necesito.


<<Atrévete>>, dijo el cobarde. – Joaquín Sabina

Lo siento mundo, he creado un monstruo

Me hubiera gustado ponerte unas gotas de cariño cuando te creé. Ese estúpido libro de recetas lo ha fastidiado todo. Solo me queda la sombra de lo que no ha pasado. La guardo en una caja que me robaste con tu indiferencia. Quédatela, no la necesito. Ahora construyo una nueva caja para guardar nuevos recuerdos; tengo a mi imaginación trabajando noche y día en talleres de sueños y no necesito tus manos para darles pinceladas. No grites, ya no te oigo. Tus palabas llegan a mí como un eco extraño de algo que no existe. Qué decepcionante resulta que me digas que tengo razón. Maldita sea, esperaba una reacción de eso que tienes bajo las costillas. Nada, ni un latido, ni un gesto logro arrancarte. Tal vez creo que tienes algo debajo de esa careta solo porque quiero creerlo; porque no olvides que yo te he creado, y que yo puedo destruirte. No quiero seguir regalando sonrisas a quien no sabe ver lo que significan. Las rosas ya no son rojas, tú las has teñido de un gris que asusta, un gris que me recuerda que no, que nunca, que jamás. Palabras radicales para una mente ambigua que aún está por descubrirse en un mundo donde nadie te conoce y donde crees conocer a todo el mundo. No es que me aleje, es que nunca hemos estado cerca.